Con las reformas económicas del presidente Javier Milei avanzando a paso firme, algunos inversores ya comienzan a notar señales de transformación en Argentina. Sin embargo, para el campo, el proceso está resultando especialmente duro.
Milei, quien asumió la presidencia en 2023, llegó al poder prometiendo combatir la inflación como su principal objetivo. Poco más de un año después, los recortes drásticos implementados parecen estar dando resultado: en enero, la inflación mensual cayó al 2,2 %, el nivel más bajo en casi cinco años.
El Fondo Monetario Internacional reconoció estos avances como “impresionantes” y el Bank of America afirmó que el plan de Milei “está funcionando mejor de lo esperado”. A pesar de estos logros macroeconómicos, los agricultores no comparten el mismo optimismo.
La fuerte baja de la inflación impulsó una recuperación del peso argentino, lo que perjudica al sector agroexportador, que genera más de 60 mil millones de dólares al año y posiciona al país como el tercer mayor exportador neto de alimentos del mundo.
Además, los productores siguen enfrentando los derechos de exportación, una política histórica de gobiernos anteriores para financiar el gasto público. Aunque en enero el gobierno de Milei aplicó una reducción temporal de estas retenciones para aliviar a los productores afectados por la sequía y la baja de los precios internacionales, dejó claro que aún no están en condiciones de eliminarlas de forma definitiva.
Pero Milei es consciente de que no puede mantener esta presión sobre el campo por mucho tiempo. No solo porque el voto rural fue clave en su llegada a la presidencia, sino también porque el sector agropecuario representa cerca del 20 % del Producto Interno Bruto del país.
“Dijimos que íbamos a levantar las restricciones, y lo estamos haciendo todos los días”, expresó Milei durante la tradicional exposición de La Rural en julio. “Nadie tiene más apuro que nosotros —y yo en particular— por salir de este modelo desastroso donde el Estado, con retenciones y restricciones, expropia el 70 % de lo que produce el campo”.
¿Puede Argentina seguir los pasos de Brasil?
El objetivo es que los agricultores argentinos puedan emular el camino de sus pares brasileños, quienes durante la desregulación económica de los años 90 accedieron a un aumento significativo de inversiones privadas para modernizarse y adoptar nuevas tecnologías.
“Argentina siempre tuvo excelentes productores, operadores y técnicos. Pero estaban atados de manos”, explica Francisco Jardim, socio general de SP Ventures, un fondo de capital de riesgo con sede en Brasil. “Ahora que tienen libertad, creo que vamos a empezar a ver una verdadera revolución”.
Durante años, las políticas fiscales argentinas limitaron fuertemente el desarrollo agrícola. Según el Banco Mundial, hace una década los altos impuestos a las exportaciones redujeron de manera drástica los márgenes de los productores, lo que aún hoy impide que puedan adoptar tecnologías de punta.
Esto ha provocado un aumento considerable en la brecha de rendimiento entre Argentina y sus principales competidores internacionales en los cultivos más importantes. El informe también subraya que las trabas legales sobre regalías de semillas desincentivaron la inversión y, en consecuencia, el desarrollo de nuevas variedades.
Así, Argentina se convirtió en el único gran exportador agrícola del mundo con exportaciones en retroceso. En contraste, Brasil —que recién superó a Argentina en exportaciones de granos en 2012— exportaba un 70 % más apenas una década después.
El entorno adverso también afectó a las startups del sector agtech en el país, que enfrentaron fuertes restricciones para acceder al crédito y a la inversión extranjera. Durante los últimos años, según Federico Mayer, fundador y director de la consultora Club AgTech, “los negocios se construían alrededor del Estado. Era más importante tener la llave para entrar a una oficina pública que una idea innovadora”.
La inestabilidad política, dice Mayer, también jugó un papel clave. Los giros constantes en las políticas obligaban a las empresas a enfocarse más en adaptarse que en planificar a largo plazo.
“La innovación se medía en flexibilidad”, resume Mayer. “Pero si hablamos de patentes en semillas o de protección de innovaciones, Argentina no está bien posicionada. Perdimos mucha competitividad frente a Brasil”.
El camino hacia convertirse en una potencia agtech aún es largo, pero con las nuevas reformas y mayor libertad para los productores, algunos actores del sector creen que la revolución tecnológica en el agro argentino apenas está comenzando.